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LAS MALAS OBRAS COMIENZAN AL COMENTARLAS (1)

En sueño me fue mostrado, unos tras otros, distintos desórdenes entre hermanos en la fe, tales como inmoralidad sexual, descuidos con el sábado, poca devoción y otras cosas contrarias a la sana doctrina y a la disciplina de la iglesia. Esto me hacía sentir gran tristeza al considerar que algo así como una plaga, o como una mala influencia contagiosa nos estaba invadiendo, y que costaba mucho trabajo rechazarla. En el sueño podía entender que ese mal ambiente se extendía más cuando se le propagaba por medio de los comentarios, y entonces recibí las siguientes palabras: «Las malas obras comienzan al comentarlas».
Yo quisiera expresar con claridad todo lo que Dios me ha hecho entender por medio de este mensaje, para que algunos hermanos de poca visión espiritual abran bien los ojos y entiendan las tretas del diablo, de modo que él no pueda usarlos como instrumentos suyos.
Recordemos la forma en que Dios usó a Gedeón. Los madianitas eran muchos y bien armados, pero desconocían con qué cantidad de hombres y armamentos estaban siendo atacados cuando Gedeón les sorprendió. Ante el resplandor de las teas y el repentino estruendo de las bocinas por tres lados diferentes, los madianitas supusieron que un ejército superior a ellos les había rodeado, y esta mala noticia corrió de boca en boca sembrando el pánico.

«Y los tres escuadrones tocaron las bocinas, y quebrando los cántaros tomaron en las manos izquierdas las teas, y en las derechas los cuernos con que tañían, y dieron grita: ¡La espada de Jehováh y de Gedeón! Y estuviéronse en sus lugares en derredor del campo: y todo el campo [de los madianitas] fue alborotado, y huyeron gritando». Jueces 7:20-21.

Otro caso parecido podemos leer en los capítulos 13 Y 14 del libro 1ro. de Samuel. Los hebreos eran pocos y desarmados, en tanto que los filisteos eran innumerables y bien pertrechados, pero Jonathán y su criado lograron penetrar entre ellos y «mataron como unos veinte hombres en el espacio de una media yugada»*. ¿Qué importaban veinte bajas para un ejército numeroso? ¿Qué significaban dos hombres contra una multitud? Pero si el comentario era que los hebreos habían irrumpido y que los filisteos estaban cayendo a su paso, era suficiente para ver que «la multitud estaba turbada, e iba de una parte a otra, y era deshecha.»
En ambos casos fue Dios quien derrotó a los enemigos de su pueblo, pero es de notar que el principal ins-trumento usado para provocar la derrota fue el comentario de la derrota. Esa es la misma táctica que el diablo quiere usar contra nosotros: sembrar la alarma para que nos destruyamos.
El pueblo de Dios, sobre todo la iglesia espiritual, es un «real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido», en el cual no debe haber ni la más leve sombra de pecado: Pero si el diablo sembró cizaña entre el trigo, si ha metido la uña en algunos y les vemos caer, ¡mucho cuidado, hijo de Dios! Controla tu lengua, que el enemigo quiere usarla para hacer cundir el pánico y sembrar la confusión.
Muchas veces nos equivocamos al juzgar en lo que vemos, cuánto más en lo que oímos decir; por eso no debemos repetir comentarios desfavorables, ya que pueden ser injustos; pero aun cuando se trate de algo cierto, si estás seguro que tu hermano pecó, infórmalo al oficial correspondiente para que el mal sea cortado. Ante el oficial no calles, pero calla ante los demás hermanos, pues aunque sea cierto lo que dices, no tienes derecho a regar la mala noticia. No le des el gusto a Satanás, pues él quiere que eso se divulgue y exagere para confundir a los demás.
Como en el sueño, en la realidad los comentarios son causantes de muchas malas obras. Al enterarse de las faltas de otros, algunos simples han perdido fuerzas para resistir las tentaciones, y han dicho: «Si fulano lo hace, yo también», sin saber bien cómo o por qué lo hizo fulano, ni las consecuencias que por ello tendrá que afrontar.
Algunos débiles han abandonado nuestras filas, llenos de pesimismo, creyendo que todos estábamos perdidos, sólo porque algunos caían derrotados. Recordemos un mensaje del apóstol Angel M. Hernández, donde nos dice: «Simplifique la obra del diablo, pues si él logra impresionarle, tomaría una gran ventaja sobre usted».
Quien se deje usar por el diablo para hacer mala propaganda a los hermanos, se convierte, por lo menos en ese momento, en un predicador del diablo. Quien predique de esa forma, aunque sea bajito al oído, ¿que respaldo divino podrá tener para predicar en alto la Santa Palabra? «¿Echa alguna fuente por la misma abertura agua dulce y amarga.» «No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.» Las malas obras se siembran al comentarlas.

Spmay. B. Luis, Camagüey, 1967

* Yugada: Espacio de tierra que puede ser arada en un día con una yunta de bueyes.